sábado, 5 de septiembre de 2015

agradecimiento no, más. reconocimiento

Sábado 5-09-2015
15:51 Horas.



He pasado por muchos terapeutas, demasiados. Y en su día obtuve resultados pero fueron, aunque llamativos, poco duraderos. Parece que esas terapias de fin de semana tuvieran fecha de caducidad. Eso “obligaba”, por decirlo así, a meterme en el mundo de la terapia. Adicto a esas experiencias y a la terapia.

Tal vez aquellos terapeutas de hace tantos años no fueran en sí adictivos. Pero la terapia sí que era adictiva, vista desde el punto de vista del paciente. Yo.

Nunca conseguí unos resultados duraderos que se quedaran. Y lo único que podía hacer era volver, mientras tuviera dinero para continuar en el mundo de la terapia. Incluso pensé en formarme como terapeuta.

Para mí mismo admitía que se trataba de una especie de vampirismo. Una vez que se entra en el mundo de la terapia solamente hay dos opciones, o te conviertes en terapeuta o en cursillista. Pero hay otra opción, dejarlo.

En mi caso lo abandoné por dos motivos. Uno era el económico y el otro fue el dolor propio, ante situaciones en una dinámica de grupo que todavía no podía afrontar.

Me huele que estar todos estos años sin terapia, me refiero a esa escuela en concreto, me ha sentado bien. Me ha dado tiempo para pensar. Para saber que acudí a la terapia por una enfermedad. 

     Y en una escuela de terapeutas se va por una búsqueda de salud. Se juntan ahí varios matices, muchas personalidades diferentes que pueden encontrarse en grupos de terapia.

Pero estoy hablando como si supiera de lo que hablo, y no es así. Si acaso hablo por mí.

Estar sólo, me ha permitido, otra vez a la fuerza. Se ve que todo lo que hago bien lo hago a la fuerza. Tener que estar conmigo mismo. Fue horrible vivir sólo. Los fantasmas de Navidades pasadas presentes y futuras se encontraron en mi soledad.

Después, encontré a un hombre y una mujer. Ellos me dieron unas pautas. Diría que ambos trabajaban muy bien juntos. Como que uno era la vara y la otra era la zanahoria. Y yo el burro que tiene que andar. Supongo que esto es un reconocimiento, bidireccional, tanto hacia ellos como de mi propia asnez. 

Hace mucho tiempo que no sé de ellos, pero me situaron en un lugar muy incómodo. Me situaron, me han situado en mi vida. Y no sé qué va a pasar. Tendré que vivir.

Un filósofo poeta dijo una vez, que ¡Por favor! ¡Que a él no le leyesen las cartas ni la buenaventura! ¡Eso de saber qué va a pasar! ¡No! Es mejor ir descubriendo el día a día tal como viene.

Es raro, siento una cierta añoranza de estas dos personas. Agradecimiento. No sé si mi vida irá para adelante o para atrás, pero me limito a suponer que da igual. Tengo que vivir, vivir mi vida. Y aceptar lo que venga. 

La vida, con sus miedos, desafíos, apegos y tonterías propias de cualquier persona. Si mi vida cambia, en el sentido que sea, lo acepto. En el proceso agradezco a quien me ha situado en mi vida, en mi propia vida. Aún sin saber el resultado. 

Me siento con muchos problemas cotidianos, y los resuelvo conforme se van presentando. Está muy bien. Siento una cierta extrañeza, como que hay algo. Algo indefinible.